El término copina viene del náhuatl y significa sacar una cosa de otra, modelar o copiar. En taxidermia se refiere a la piel desollada del animal, extraída de manera entera.
Mi interés por los animales disecados surgió una ocasión que entré a casa de un desconocido y me topé con una cabeza enorme de un venado colgada en medio de la sala. Al verla inmediatamente se transformó el lugar, hubo una perturbación en la atmósfera por la contradicción que representa el animal: vida y muerte en un objeto de ornato dentro de un espacio familiar.
Copina doméstica es una exploración de sitios que me intrigan, donde la naturalidad y la artificialidad conviven para crear experiencias paradójicas; es una reflexión personal sobre el animal disecado que va en dos sentidos: las nuevas relaciones que se presentan en la forma de entender un lugar u objetos cotidianos a partir de la presencia del animal, y las similitudes que existen entre la fotografía y la taxidermia como métodos de representación de la imagen.
En ambos casos hay una búsqueda por la eternidad, por perpetuar apariencias y memorias en un objeto sobre el cual se volcarán las pasiones, ya sea la mascota que falleció, el trofeo de caza o la fotografía del ser querido que habrá de colgarse en la sala. En La Cámara Lúcida, Roland Barthes dice que “la inmovilidad de la foto es como el resultado de una confusión perversa entre dos conceptos: lo Real y lo Viviente”; bajo esta noción es que algunos animales disecados pueden adquirir un carácter de tabú y por lo tanto su exhibición quedar limitada a ámbitos privados.
Texto: Lucía Castañeda
Curador: Guillermo Santamarina