La producción de las serigrafías cubanas, durante las décadas de los años setenta y ochenta, estuvo particularmente ligada a la industria cinematográfica. Bajo este contexto, las serigrafías de los diseñadores cubanos se tornaron audaces y polímicas, partiendo de elementos abstractos, simbólicos, figurativos, a partir de los cuales se proponía una renovación de los códigos tradicionales de la comunicación visual, que asimilaba paulatinamente las influencias del Pop Art, del arte óptico y de los carteles checo, polaco y japonés.