Las Cortinas de Chantal Peñalosa se sitúan como espectros en el espacio. Su presencia fantasmal nos invita a reflexionar en torno a la construcción de la mirada y la relación que mantiene con las imágenes. El sentido de la vista, altamente privilegiado por la cultura occidental, funciona como un sistema de recepción y composición del entorno. Dependiendo del lugar que ocupe nuestro cuerpo, o de cómo nos desplacemos alrededor de un objeto, se transforma el modo en que se observa y concibe el mundo.
Las instituciones museísticas forman parte de un entramado que condiciona nuestros modos de ver y fabrican una manera específica de mirar. Dentro de este contexto, Peñalosa propone reflexionar en torno a las implicaciones de introducir una obra al museo: ¿Cómo se transforma nuestra percepción de un objeto si se encuentra al interior o al exterior de las salas de exhibición? La posición del espectador respecto a la tela suspendida frente al cristal permite observar las imágenes desde dos puntos de vista distintos. Al mismo tiempo, la fotografía de la bodega revela el espacio de resguardo de las piezas, el cual se encontraría normalmente velado a la mirada.
El museo es un lugar que alberga obras de arte y legitima, por lo tanto, ciertas prácticas artísticas, valores estéticos y sistemas de percepción. Para construir sus imágenes, Peñalosa retoma fragmentos de piezas pertenecientes a la colección del Museo de Arte carrillo Gil para crear narrativas ficcionales. Estos pedazos y reinterpretaciones se asemejan a la manera fragmentada en la que se construyen el arte, la historia y las colecciones. Las composiciones de la artista sustraen a todas las figuras femeninas de sus obras originales de la colección para emplazarlas en un jardín paradisiaco. De esta forma, la cortina dialoga con su entorno inmediato, al mismo tiempo que reflexiona sobre el papel de la mujer al interior de la historia del arte, y del jardín como un lugar de encuentros femeninos de creación y pensamiento.
La intervención de Peñalosa se emplaza en un espacio limítrofe del MACG, una especie de intersticio. Es un lugar de salida, el borde que conecta ese mundo que se encuentra afuera y el otro que habitamos aquí dentro. Es, también, un lugarde encuentro, de actividades, de pláticas e intercambios. Las cortinas están empapadas de los pasos y voces de los espectadores, así como de un transcurrir particular del tiempo situado entre la estancia y la partida.
Isabel Sonderéguer
Curaduría: Isabel Sonderéguer